sábado, 20 de octubre de 2012

LA MÚSICA INTERIOR

No hay duda de que vivimos en el más ruidoso de los mundos. En el
campo o la ciudad, cada mañana nos despiertan las sirenas de las
ambulancias, bomberos o policía, con más fuerza que el propio
despertador. Entablar una conversación por las calle es, en
demasiadas ocasiones, una tarea imposible. Siempre habrá algún tubo
de escape de moto que nos haga torcer el gesto y agudizar el oído
para poder seguir la conversación de nuestro interlocutor Cada día,
hay más jóvenes que pasean con sus MP3 o MP4 "enganchados" a sus
orejas.

Éste fin de semana he estado en una de las múltiples fiestas que se
celebraban en distintos municipios asturianos. Allí, en la plaza de
pueblo, también había ruido. Un grupo de gaiteros se esforzaba sin
mucho éxito en que escucháramos las canciones que tocaban. Grupos de
personas se reían e intentaban charlar levantando la voz. La sidra
chisporroteba contra el fino cristal de los vasos... Por un
instante, me quedé absorta y desconecté de todo lo que me rodeaba.
Con la mirada fija en el balcón desvencijado de una de las casas,
sentí en mi cara el pálido rayo de sol del atardecer otoñal y
entonces, comencé a oír mi música interior. Era una melodía que nada
tenía que ver con el sonido de las gaitas, ni con la algarabía de
alrededor. La música era suave, tranquilizante, placentera, una
especie de new age. Sentí una paz infinita que se rompió de repente
por la voz cantarina de una niña de unos ocho años que tarareaba una
canción del grupo de gaiteros. Y fue en ese momento, cuando comprendí
por qué al ser humano le gusta vivir entre ruidos: la televisión,
dormir con los auriculares de radio, poner la música a decibelios
insoportables, el barullo de las concentraciones humanas…creo que
muchos tratan o tratamos de huir, de esa forma, de nuestros propios
pensamientos. Sentimos miedo a lo que puedan decirnos. Tenemos pavor
a nuestras propias emociones; a hundirnos en la miseria de una
realidad que no nos gusta, que quizás sea demasiado vulgar o
terrible. Tememos al espejo fiel e insobornable de nuestra
existencia...
Yo me sentí mejor que nunca al son de esa música interior. De ahora
en adelante, afinaré mis sentidos para lograr oírla más a menudo. Tal
vez, sea la puerta para lograr LA PAZ DEL ALMA.

LOS OTROS

No hace falta seguir los Informativos, ni leer la prensa a diario, para darse cuenta de la violencia como uno de  los múltiples males que acecha al ser humano. Y, digo esto, por que, los tenemos al lado: nuestro vecino, aquel compañero de colegio, un familiar, a todos ellos les suceden percances, que no imaginábamos ni en la turbulenta de nuestras pesadillas. Pero así es, y ahí están. La realidad se impone de manera contundente.

A pesar de todo, últimamente, observo, en mis conversaciones con amigos y conocidos, una tendencia generalizada a sentirse excluido de esos temas: el divorcio, el maltrato, la infidelidad, los accidentes de coche, la droga y el alcohol de nuestros jóvenes, el cáncer… ESO LES OCURRE A OTROS.
 Parece ser que, NOSOTROS, estamos protegidos, no sé porqué especie de bula, de halo mágico, que impide que las desgracias, que ni siquiera, se nos acerquen. Craso error ¡! Por que en ésta vida, NADIE está exento de que – un mal día- NOS SORPRENDA, cualquiera de esos males.

 Bien es verdad, que lo sano mentalmente, es tener FE y ESPERANZA en la benevolencia del destino. Educamos a nuestros hijos, lo mejor que sabemos y podemos. Intentamos protegerlos y protegernos de un mundo cada vez más complicado, pero a pesar de todo, a lo largo de nuestra existencia sucederán, sin duda, acontecimientos inesperados y desagradables. Como dice el refrán español. “ la feria va por barrios” Por eso, creo que deberíamos reorientar la educación de niños y jóvenes hacia el conocimiento y prevención. Enseñarles que la vida, no siempre es un camino de rosas.  Con ello, evitaríamos posteriores desencantos, frustraciones, decepciones y hasta depresiones, más o menos graves. Hacerles crecer “fuertes”, no sólo físicamente, sino también, preparados para mantenerse firmes ante posibles  adversidades, sin engañarse y pensar “QUE ESO LES OCURRE A OTROS”

UN DÍA SIN NADA

Quizás el título del mensaje tenga su filosofía. Algo que siempre me ha llamado la atención es el funcionamiento impenitente de éste mundo nuestro. Pase lo que lo pase: muertes, catástrofes naturales, asesinatos, guerras, hambruna, injusticias…la máquina incansable de la civilización occidental no se detiene ni un segundo, solamente allí donde ocurre la desgracia, el corazón de los más cercanos parece dejar de latir; la pena y la angustia endentecen la mente, borrando por un tiempo un futuro que pierde su razón de ser. Pero la vida continúa, como el  teatro, el espectáculo debe continuar y todavía no entiendo el por qué. Todos deberíamos tomarnos un tiempo, sin prisa, para reflexionar, para elaborar el duelo, para tratar de asumir la desgracia, más o menos cercana. Es humano y necesario. Nos lo merecemos

CARTA UN VIEJO AMIGO

Dicen los que te han conocido hace años, que ahora, eres mecánico; que ya nada queda de tú verdor. Que se ha secado tú rocío hasta convertirte en un fósil, en el que apenas se adivinan las formas humanas. Que eres tan ortopédico que hasta tú corazón y tú cerebro son una prótesis. Hablan  del gran socavón que dejo  tu divorcio. Y a veces, pienso que ha sido un justiprecio por las personas que confiando en ti, con el corazón en la mano, tú se lo cambiaste por una granada, que les estalló en la cara

domingo, 7 de octubre de 2012

LEER

LEER



A la satisfacción de poder leer a escritores como Xuan, Ovidio, José Luis, Antonio, se une el de conocer los escritos de otros desconocidos por no tener un libro en el mercado, o publicar su artículo en ningún periódico. Algunos, se limitan a crear un simple blog o participar con sus textos, en foros o redes sociales. Muchos, lo hacen bajo pseudónimo. No les interesa la fama, tan sólo comunicar con visión creativa la realidad circundante…Gracias a todos ellos por llevarnos hasta mundos desconocidos y fantásticos, por despertar emociones nuevas que llegan a transformar  nuestro pensamiento, por alejarnos de lo vulgar y manido.