No hace mucho, me preguntaba uno de mis hijos la diferencia que existía entre el duelo entre caballeros, ese combate pactado entre dos personas, tan típico y frecuente de finales del siglo XIX y principios del XX, y el duelo que a menudo, sufrimos las personas por la pérdida de un ser querido. La pregunta me sorprendió en parte por que nunca me había planteado semejante comparación y menos una explicación. Los dos conceptos coexistían en mi mente como algo natural y completamente diferentes en su significado. La explicación, al fin, resultó sencilla acudiendo a la etimología. Duelo, dolor, dolencia, igual a malestar físico o psíquico que una o varias personas sienten.
El duelo entre caballeros tenía como finalidad causar la muerte o herida grave a una persona que se suponía había mancillado el honor de otro. Mediante unas normas explícitas o implícitas, los dos caballeros pactaban un encuentro un día y una hora, para batirse en duelo con las armas que ambos o uno de los dos eligiera. Se trataba de restituir ese dolor moral que uno había sentido, causando un dolor físico al segundo, digamos que para equilibrar esa sutil balanza de los sentimientos, evitar las burlas sociales y crear así una “satisfacción”.Dolor-doloris, esa aflicción que cambia nuestra percepción de la realidad, el color de la vida, la ausencia de bienestar, puede durar un instante o toda una vida. Cuando alguien querido sufre o se muere, el duelo es la respuesta. Dolor psíquico que nos atenaza y que si el paso el tiempo no lo atenúa, puede convertirse en patológico. Duelo, dolor por la pérdida, duelo por la separación física, duelo por el distanciamiento emocional, dolor por el abandono…Dolor-doloris, tan difícil de describir y que hizo como nadie el gran escritor Eugenio D’ors (Xenius) (Barcelona 1883, 1954).