sábado, 15 de septiembre de 2012

TENIAMOS UNA CITA

TENIAMOS UNA CITA

Cada fin de año, lo mismo, hago recuento de los pasado, de lo sufrido y gozado el durante los doce meses anteriores, y espero -con la tacita de uvas en la mano- la doce campanadas del mítico reloj de la Puerta del Sol. Doce campanadas, doce uvas, doce deseos. Y así año tras año, pero es inútil. Mis doce deseos, desde hace mucho tiempo, se concentran en uno sólo: estar contigo. Y es que tú y yo teníamos una cita, pero no acudimos. Dejamos pasar la única oportunidad de estar unidos, quien sabe cuanto, quizás toda la vida. Fuimos afortunados de encontrarnos, un buen día, entre la maraña de personas que  paseaba por el mundo. Nos cruzamos, nos miramos y en ese mismo instante, comprendimos que la felicidad no era una entelequia sino una realidad. Ahora, sé que ya siempre será así, que cada treinta y uno de Diciembre, cogeré las uvas con mis manos cada vez más temblorosas y arrugadas, recordándote, hasta que algún año quede mi sitio vacío. Quién sabe si en el más allá te seguiré esperando, por que tú y yo, no lo olvides, teníamos una cita.

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